sábado, 28 de enero de 2012

El péndulo de Foucault (Umberto Eco, fragmento)

Ahora que lo dices... Veamos, Mateo, Lucas, Marcos y Juan son una banda de juerguistas que se reúnen en alguna parte y deciden hacer una apuesta, se inventan un personaje, se ponen de acuerdo acerca de unos pocos hechos esenciales y el resto que se lo monte cada uno, después se verá quién lo ha hecho mejor, más tarde los cuatro relatos caen en manos de los amigos, que comienzan a pontificar, Mateo es bastante realista, pero insiste demasiado en esa historia del Mesías, Marcos no está mal, pero es un poco caótico, Lucas es elegante, eso no puede negarse, Juan se pasa con la filosofía... pero, bueno, los libros gustan, pasan de mano en mano, y cuando los cuatro se dan cuenta de lo que está sucediendo, ya es demasiado tarde. ¿Y si realmente hubiera sido así?...

sábado, 21 de enero de 2012

Informe sobre ciegos (Ernesto Sábato, fragmento)

¿Cuándo empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato? Esta feroz lucidez que ahora tengo es como un faro y puedo aprovechar un intesísismo haz hacia vastas regiones de mi memoria: veo caras, ratas en un granero, calles de Buenos Aires o Argel, prostitutas y marineros; muevo el haz y veo cosas más lejanas: una fuente en la estancia, una bochornosa siesta, pájaros y ojos que pincho con un clavo. Tal vez ahí, pero quién sabe: puede ser mucho más atrás, en épocas que ahora no recuerdo, en períodos remotísimos de mi primera infancia. No sé. ¿Qué importa, además?

martes, 17 de enero de 2012

Vestimenta

Una vez le preguntaron a Albert Einstein el motivo por el cual siempre llevaba el mismo traje, la respuesta del científico fue: “No quiero perder ni un segundo de mi tiempo en decidir que ponerme, por eso todos mis trajes son iguales”.

Cristiano Ronaldo confiesa en una entrevista: “Puedo abrir el ropero por la mañana y mirar durante una hora antes de escoger qué ponerme. ¡Así soy yo!”.

Steve jobs suele vestir con un look muy característico, polo negro de manga larga, jeans y zapatillas. Al igual que en sus presentaciones el minimalismo es dogma. La respuesta está en el ZEN: “Para llegar a la esencia de las cosas, todos los elementos no esenciales deben ser eliminados”.

domingo, 15 de enero de 2012

¡Clic! (Steve Jobs)

Una tarde soleada en que no se encontraba demasiado bien, Jobs estaba sentado en el jardín trasero de su casa y reflexionó sobre la muerte. Habló acerca de sus experiencias en la India de casi cuatro décadas atrás, un estudio del budismo y sus opiniones sobre la reencarnación y la trascendencia espiritual. «Creo en Dios aproximadamente al cincuenta por ciento —afirmó—. Durante la mayor parte de mi vida he sentido que debía de haber algo más en nuestra existencia de lo que se aprecia a simple vista». Reconoció que, a medida que se enfrentaba a la muerte, podía estar exagerando aquella posibilidad motivado por un deseo de creer en una vida más allá de esta. «Me gusta pensar que hay algo que sobrevive después de morir —comentó—. Resulta extraño pensar que puedas acumular toda esta experiencia y tal vez algo de sabiduría, y que simplemente desaparezca, así que quiero creer que hay algo que sobrevive, que a lo mejor tu conciencia resiste». Se quedó callado durante un buen rato. «Pero, por otra parte, a lo mejor es como un botón de encendido y apagado —añadió—. ¡Clic!, y ya no estás». Entonces hizo de nuevo una pausa y sonrió levemente. «A lo mejor por eso nunca me gustó poner botones de encendido y apagado en los aparatos de Apple».

jueves, 12 de enero de 2012

El orden (Albert Einstein)

Einstein, aún siendo un niño que no había emitido palabra alguna, estaba cenando con sus padres cuando probó la sopa y dijo: “La sopa está demasiado caliente”. Los padres sorprendidos le preguntaron: “Si hablas tan bien… ¿por qué no lo hiciste antes?”. A lo que el genio respondió: “Porque antes todo había estado en órden”

miércoles, 11 de enero de 2012

El negro (Rosa Montero)

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

martes, 3 de enero de 2012

Duda existencial

Un estudiante le preguntó al filósofo Morris R. Cohen del City College de Nueva York en la clase de metafísica:
-Profesor Cohen, ¿Cómo puedo saber que existo?
Y el agudo y anciano profesor respondió:
-¿Y a quién le importa?